lunes, 22 de octubre de 2007

Comercio en la antigua Roma

Comercio en la antigua Roma

El comercio romano fue el motor que condujo a la economía de finales de la República y principios del Imperio. Modas y tendencias de la historiografía y cultura popular han tendido a no ocuparse de la base económica del imperio en favor de lingua franca que fue el latín y las hazañas de las legiones. Tanto la lengua como las legiones fueron apoyadas por el comercio, siendo al mismo tiempo parte de su espina dorsal. Los romanos era hombres de negocios y la longevidad de su imperio se debió a su comercio.

Aunque en teoría los miembros del Senado y sus familias tenían prohibido dedicarse al comercio, los miembros de la orden ecuestre sí lo estuvieron, a pesar de sus aristocrátivos valores que hacían énfasis en pasatiempos militares y actividades recreativos. Los plebeyos y libres tenían tiendas o atendían puestos en los mercados mientras grandes cantidades de esclavos hacían casi todo el trabajo duro. Los propios esclavos eran además objeto de transacciones comerciales, y dada su alta proporción en la sociedad (comparada con la Grecia Antigua) y la realidad de las fugas, las guerras serviles y las sublevaciones menores, dieron un toque distintivo al comercio romano.

La intrincada, compleja y extensa contabilidad del comercio romano fue efectuada con la ayuda de tableros contables y ábacos romanos. Éstos, que usaban números romanos, estaban especialmente ideados para las cuentas en monedas y unidades romanas.

Rutas terrestres

Incluso antes de la república, la monarquía romana estuvo involucrada en comercio regular a través del río Tíber. Antes de que las Guerras Púnicas cambiase totalmente la naturaleza del comercio en el mediterráneo, la república romana mantenía importantes intercambios comerciales con Cartago, entrando en varios acuerdos comerciales y políticos además del mero mercadeo al por menor. El Imperio Romano negoció con China mediante la Ruta de la Seda.

Rutas marítimas

La arqueología marítima y los antiguos manuscritos de la antigüedad clásica muestran evidencias de extensas flotas comerciales romanas. Los restos más importantes de este comercio es la infraestructura como puertos, rompeolas, almacenes y faros conservada Civitavecchia, Ostia, Portus, Leptis Magna, Caesarea Palaestina y otros enclaves portuarios. En la propia Roma el monte Testaccio es un tributo a la magnitud de este comercio. Como con la mayoría de la tecnología romana, los buques marítimos romanos no mostraron mejora importante alguna sobre las naves griegas de los siglos anteriores, aunque el recubrimiento de plomo de los cascos como protección parece haber sido más frecuente. Los romanos usaron barcos de vela de caso redondo. La contínua protección «policíaca» del Mediterránea durante varios siglos fue uno de los factores principales del éxito del comercio romano, dado que las calzadas romanas fueron construidas más para los pies o los cascos de los caballos que para las ruedas, y no podían soportar el transporte comercial de bienes a largas distancias. Las naves romanas usadas habrían sido presa fácil para los piratas de no ser por las flotas de galeras liburnias y trirremes de la armada romana.

Las materias primas, como el grano y los materiales de construcción se negociaban solamente por las rutas marítimas, puesto que el coste del transporte por mar era 60 veces menos que por tierra. Los alimentos y productos básicos como cereales para hacer pan y los rollos de papiro para la fabricación de libros fueron importadas del Egipto ptolemaico a Italia de forma continua.